Las actividades mineras intensivas para la extracción de cobre están amenazando el desarrollo social y económico en las regiones del norte de Chile.
Durante 1990–2016 la producción de cobre se ha triplicado, superando los 5,5 millones de toneladas en 2016, convirtiendo a Chile en el principal productor
mundial.
Esta producción intensiva ha traído nuevos desafíos, incluido un suministro limitado de energía y agua, agotamiento de minerales y problemas ambientales.
Las empresas mineras requieren un gran volumen de agua en varias etapas del procesamiento del mineral; generan una gran cantidad de desechos (relaves); poseen prácticas intensivas en energía en las fases de extracción y transformación.